La religión y el comercio como motores de la expansión ibérica en Asia Pacífico
América, conocida en la época
colonial como la nueva España, no solo mantuvo importantes intercambios
culturales y comerciales con la potencia a la que pertenecía, sino que también
estuvo en contacto con la lejana región de Asia Pacífico, gracias al interés
comercial de España en las Islas Ponientes, hoy conocidas como las Filipinas y
a las misiones religiosas de las órdenes mendicantes en esta zona. Dado que
ambas fueron colonias del imperio español, el nuevo mundo y las islas del
poniente compartieron destacables elementos comunes en su historia, como lo
son: en primer lugar el proceso de cristianización al que fueron sometidas, el
cual, cabe resaltar que se llevó a cabo de forma similar en los aspectos
fundamentales; y en segundo lugar, el intercambio comercial que llegaron a
compartir gracias a la ruta del Galeón de Manila. Éste, navegó entre 1565 y
1821 para transportar mercancías entre Manila y Acapulco y se consolidó como la
prolongación en el Pacífico de la Flota de la Nueva España, desempeñando un
papel importante durante la conquista y colonización de Filipinas y el
posterior descubrimiento de la ruta marítima que conectaba dicho archipiélago
con América (efectuado por Urdaneta siguiendo la corriente del Kuro Shivo) [1].
Entonces, teniendo en cuenta el
marcado interés que desarrollaron tanto misioneros católicos como la propia
corona española en promover la expansión en Asia Pacífico, es preciso responder
al interrogante sobre por qué y cómo los intereses comerciales y de
cristianización van de la mano en la expansión ibérica a las “Yslas del
poniente” entre los siglos XVI y XVIII. Ante tal interrogante la hipótesis que
se desarrollará en este ensayo es que el interés de las principales potencias
católicas, Portugal y España, por adentrarse en Asia, obedeció a la búsqueda
por cumplir dos anhelos, uno comercial y el otro religioso , que aunque
disimiles en sus objetivos particulares, confluían hacia un mismo fin último:
expandir los dominios ibéricos a través de la llegada a nuevas tierras
extranjeras, admiradas por sus inmensas riquezas que, en el caso religioso
estaban basadas en la potencial conversión de sus gentes y en el caso comercial
se encontraban fundamentadas en sus valiosas mercancías. En otras palabras, el
gran entusiasmo que despertaba en los misioneros la posibilidad de convertir al
cristianismo a los grandes pueblos asiáticos, se desarrolló paralelo a los
intereses comerciales de la corona española por establecer una ruta directa
entre sus colonias occidentales (en américa) y las mercancías más valiosas
provenientes del continente asiático. Cada una de estas ambiciones incentivó
varios intentos de establecer un contacto fluido con Asia pacífico, con miras a
seguir, en estos nuevos territorios, con el esquema de colonización del
continente americano, en el que la expansión del catolicismo iba de la mano con
los intereses económicos de la corona española.
Entre los siglos XVI y XVIII,
alcanzar un comercio sostenido con Asia Pacífico se consolidó como una de las
principales ambiciones de las potencias europeas más destacadas de la época,
debido al interés que éstas tenían por adquirir especias, ampliamente
codiciadas por los europeos con razón a su importancia para condimentar las
comidas y conservar las carnes. Incluso, como es bien conocido, la conquista
del territorio Americano se debió a esta incansable carrera por encontrar una
ruta más rápida hacia las Indias Orientales, donde se esperaba conseguir
especias como la canela y el clavo, a un menor precio. Tan grande era la
importancia estratégica de estos territorios que tanto las potencias católicas:
Portugal y España, como las protestantes: el imperio británico y el neerlandés
intentaron establecerse en el continente.
En este contexto las Islas del
Poniente se convirtieron en un objetivo estratégico para el imperio español,
que buscaba la forma de conectarse vía marítima con éstas a través de las
colonias en América. “El proyecto más antiguo tomó cuerpo durante el reinado de
Carlos I, en su intento por controlar el mercado europeo de las especias, en
clara competición con Portugal. Las islas del Poniente, en ese sentido,
constituyeron el objetivo de varias de las expediciones para crear un imperio
español de la pimienta[2]”.
El Galeón de Manila fue pues
crucial en el intercambio comercial entre el Nuevo Mundo y Asia, en el que la
plata fue el principal bien que sus tripulantes intercambiaban en Manila por
especias y exóticos objetos asiáticos. En particular, la plata era de gran
valor en Asia, por lo que los mercaderes locales no tenían ningún problema en
intercambiar sus artículos por el metal precioso.
“Los terminales de Manila y
Acapulco constituyeron en su tiempo los emporios comerciales de los artículos
exóticos y sus ferias fueron más pintorescas que ninguna. En Manila se cargaban
bellísimos marfiles y piedras preciosas hindúes, sedas y porcelanas chinas,
sándalo de Timor, clavo de las Molucas, canela de Ceilán, alcanfor de Borneo,
jengibre de Malabar, damascos, lacas, tibores, tapices, perfumes, etcétera”[3].
No obstante los intereses
comerciales explicados anteriormente, la búsqueda de riquezas económicas no era
el único interés para adentrarse en esa parte del mundo. Existía otra
motivación, basada en el interés de las órdenes mendicantes por evangelizar a
los habitantes del territorio asiático. Este anhelo bien podría relacionarse
con aspiraciones de poder, en las que se buscara ampliar los territorios
que le rindieran pleitesía al Papa. Sin embargo, más parece que dicho interés
obedecía más a un creciente entusiasmo dentro de algunas órdenes religiosas por
propiciar la conversión de estos pueblos, por creencias místicas e
interpretaciones de los textos sagrados. Es por ello que vale resaltar el caso
de los Franciscanos, pues desde el Siglo XIII, miembros destacados de esta
orden como Roger Bacon, Raimundo Lulio y Fray Martín de Valencia, iniciaron
reflexiones sobre las misiones y la evangelización como un proceso en el que
existe un importante componente de acercamiento a otras culturas. En particular
Fray Martín de Valencia consideraba que los pueblos de China eran más “hermosos”
que los habitantes de Nueva España, en tanto que eran más aptos para ser
evangelizados. Algunos intentos de expediciones a Asia surgieron de estas
ideas, pero ninguno tomó forma hasta finales del siglo XVI, momento en el que
“el proyecto de los Franciscanos novohispanos sobre la misión entre los pueblos
orientales empezó a hacerse realidad gracias a la fundación en Filipinas de la
provincia de San Gregorio que en cierto modo se convirtió en pie de playa para
entrar a Japón y a China”[4]. De hecho, fue solo después “del segundo viaje a Filipinas, la
expedición del almirante Legazpi, 1565, estas travesías incorporaron a
religiosos, concretamente agustinos, siendo éstos los primeros en establecerse
en Filipinas”[5].
Tal y como ha quedado evidenciado,
las relaciones entre las potencias Ibéricas y la región de Asia Pacífico se
desarrollaron mediadas por intereses expansionistas relacionados no sólo con
ampliar el comercio de especias y demás bienes asiáticos en el mercado europeo,
sino como consecuencia de la búsqueda de la conversión de los pueblos asiáticos
al cristianismo. Así como la sola intervención ibérica en estos territorios
parecía tener una doble intencionalidad, los imperios asiáticos también tenían
sus propios intereses al respecto. Bien vale la pena mencionar el caso de
Japón, en el que los incansables intentos de las órdenes mendicantes por
convertir a esta nación no fueron de lo más fructífero, entre otras razones por
el recelo que los gobernantes japoneses guardaban sobre las intenciones de los
imperios español y portugués. Pese a que la relación entre Japón y estas dos
potencias no fue tan fluida como los segundos esperaban, cabe destacar que las
autoridades niponas buscaban que sus acercamientos con los españoles les
permitieran acceder a sus bien conocidas habilidades para construir
embarcaciones.
“La crónica de Torquemada nos deja
entrever el doble discurso de los frailes y de los gobernantes japoneses.
Mientras estos, más que favorecer el cristianismo, lo que buscaban era el
comercio y los conocimientos para la construcción de navíos de largo alcance
como las de los españoles, los franciscanos se ilusionaban con las grandes
multitudes de conversos que lograrían. Ambos estaban equivocados: ni los
japoneses tenían el interés en convertirse al cristianismo, ni las
autoridades españolas estaban dispuestas a enseñar sus técnicas navieras a los
japoneses”.[6]
En el caso de Filipinas, el
proceso de evangelización fue mucho más exitoso que el de Japón. Debido a ello,
los misioneros desempeñaron un rol importante durante la colonización de estos
territorios, de forma tal que se convirtieron en actores claves en la difusión
de la cultura ibérica y ante todo de las tradiciones cristianas entre la
población de las islas. En este sentido, el dominio español sobre las Islas del
Poniente se basó en dos pilares de la vida social: la religión y el comercio.
“El misionero acabó siendo dueño y señor de la presencia española en Filipinas,
junto con algunos comerciantes de Manila que obtenían fabulosas ganancias por
el traslado de mercancías chinas a los mercados americanos, a través del
llamado Galeón de Manila o Nao de Acapulco”.[7]
En conclusión, tanto la ambición
de establecer una ruta comercial nutrida con exóticos productos asiáticos,
famosos por dejar como resultado grandes ganancias a los comerciantes, como las
aspiraciones de expansión religiosa de las órdenes mendicantes en Asia
sirvieron de incentivo para alimentar las ansias de las potencias ibéricas por
aventurarse a Asia. En este sentido el comercio y la religión se convirtieron
en elementos básicos para expandir el dominio del imperio español en Filipinas,
para lo cual se implementó un sistema colonial que guarda importantes
similitudes con el establecido en el nuevo mundo.
[1] Miguel Moliné Escalona, “El Galeón de Manila”, Almendrón,
consultado el 17 de marzo del 2016, http://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-moderna/la-flota-de-indias/el-galeon-de-manila/
[2] Luis Alfonso Álvarez, “Formación y desarrollo del proyecto
colonial español en las islas filipinas, 1565-1762,” en De Tartessos a Manila:
Siete estudios coloniales y poscoloniales, eds. Gloria Cano y Ana Delgado
(España: Universitat de Valencia, 2008), 153.
[3] Moliné, “El Galeón de Manila”.
[4] Francisco Morales, “De la utopía a la locura. El Asia en la
mente de los Franciscanos de Nueva España: del siglo XVI al XIX,” en Órdenes
religiosas entre América y Asia: Ideas para una historia misionera de los
espacios coloniales, coord. Elisabetta Corsi (México: El Colegio de México
Centro de Estudios de Asia y África, 2008), 70.
[5] Gabriel Terol Rojo, “La cristianización española de Asia”, La
Torre del Virrey no. 9, (Agosto del 2011): 3.
[6] Morales, “De la utopía a la locura, 74.
[7] Florentino Rodao, “Portugal y España en Asia”, Nueva Revistan
no. 82 (julio-agosto 2002), consultado el 17 de marzo del 2016: 22.
http://www.florentinorodao.com/articulos/art02d.pdf
BIBLIOGRAFÍA
Cano, Gloria y Delgado, Ana, De
Tartessos a Manila: Siete estudios coloniales y poscoloniales, (España:
Universitat de Valencia, 2008).
Corsi, Elisabetha, Órdenes
religiosas entre América y Asia: Ideas para una historia misionera de los
espacios coloniales. (México: El Colegio de México Centro de Estudios de Asia y
África, 2008), 70.
Moliné, Miguel, “El Galeón de
Manila”, Almendrón, consultado el 17 de marzo del 2016,
http://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-moderna/la-flota-de-indias/el-galeon-de-manila/
Rodao, Florentino “Portugal y España
en Asia”, Nueva Revista no. 82 (julio-agosto 2002), consultado el 17 de marzo
del 2016.
Terol, Gabriel, “La
cristianización española de Asia”, La Torre del Virrey no. 9, (Agosto del
2011).
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