Aokigahara ¿El bosque siniestro?

10:24 Laura Milena 0 Comments



Hace tan solo un mes se estrenó la película "The forest" en las salas de cine colombianas. Esta cinta, mejor conocida en Latinoamérica como "El bosque siniestro", narra la historia de Sara Price (interpretada por una de las chicas de juego de tronos, Natalie Dormer), una joven estadounidense quien emprende un viaje desesperado a Japón para encontrar a su hermana gemela, Jess, quién fue vista por última vez en el bosque de Aokigahara (青木ヶ原), un lugar rodeado de un aura misteriosa debido a las leyendas y mitos sobre los demonios que lo habitan y a la alta frecuencia con la que ocurren suicidios en su interior. En cuanto a la película, personalmente creo que no es una obra maestra, la historia daba para un mejor desarrollo y a pesar de que la primera parte prometía una trama menos guiada por el tradicional simplismo de las películas de terror actuales, termina cayendo en la práctica de los sustos inesperados y descuidando el terror elaborado, en el que no es solo la aparición sorpresiva de una figura la que aterra al espectador, sino el ambiente de tensión psicológica generado por una buena trama y su correspondencia visual y sonora. Tampoco considero que el producto final sea una pésima película, en realidad es una historia entretenida para pasar un buen rato, especialmente si los sobresaltos se comparten entre amigos.
 Trailer de la película "El Bosque Siniestro"
Por supuesto, soy consciente de que entre gustos no hay disgustos y esa fue solo mi apreciación personal del desempeño de la película, que de nuevo, me pareció entretenida, aunque desaprovechó grandes oportunidades de desarrollo que permitía la historia. Al menos puedo decir que, en mi caso, verla no fue una pérdida del tiempo. Ahora bien, el haber visto esta película me indujo a interesarme por investigar un poco más sobre las leyendas que se tejen alrededor del bosque de Aokigahara. Conocía con anterioridad el tema del alto índice de suicidios en Japón, especialmente entre los jóvenes (el cual será tema de una próxima entrada, pues la alarmante cifra llega a 18.048 suicidios de menores de 18 años entre 1972 y 2013)[1] pero no sabía que dentro del monte Fuji, uno de los símbolos nipones por excelencia, hubiera un lugar rodeado de tanto misterio y dolor. Y es que al menos en cuanto a los suicidios que ocurren en esta zona de 35 kilómetros cuadrados de extensión, las historias parecen ser ciertas y reconocidas como tal por las autoridades que rigen la zona, pues de hecho, si bien el recorrido por el bosque no está restringido tan estrictamente, si está rodeado de señales de advertencia. 
El objetivo parece ser tanto un recordatorio a los visitantes del bosque de que permanezcan en el sendero para que no se pierdan en la espesura de la vegetación, como un último intento de disuasión dirigido a aquellos que buscan suicidarse. Incluso, en una de las señales se puede leer en japonés lo que podría traducirse como "Tu vida es un valioso regalo de tus padres: por favor piensa en tus padres, hermanos e hijos. No te lo quedes dentro. Habla sobre tus problemas". Basta con buscar en google "Bosque de Aokigahara" para echar un vistazo a los terribles hallazgos que allí se han descubierto.
El bosque de Aokigahara surgió como consecuencia de una gran erupción del monte Fuji en el año 864 y también es conocido con el nombre de Jukai 樹海 (Mar de árboles). Para muchos, este lugar dista bastante de ser un bosque común y corriente, pues se dice que guarda una energía escalofriante en su interior causada por los Yurei (幽霊) que allí permanecen. Para aquellos que no habían escuchado el término Yurei con anterioridad, que debo decir, últimamente se ha vuelto popular en las películas de terror japonesas, éste hace referencia a algo similar a lo que aquí llamamos "almas en pena". En realidad, dentro de la tradición japonesa se cree que el alma de aquellos que mueren en un estado de profunda tristeza o ira no puede dejar este mundo, por lo que se queda vagando en el lugar de la muerte, atormentando a los vivos que tienen el infortunio de pasar por allí. Además, existen muchas leyendas acerca de que durante el medioevo japonés este bosque era un lugar que muchos elegían para abandonar a los ancianos de su familia en situaciones difíciles. Dado que en la época eran comunes las epidemias y las hambrunas, tener una boca más que alimentar o estar en contacto con una enfermedad infecciosa podía significar la aniquilación de toda una familia. Bajo las costumbres de la época, lo más sensato era abandonar en el bosque a los miembros más débiles o enfermos de la prole para que murieran allí. Esta práctica es conocida con el nombre de Ubasute y hace parte de las creencias populares japonesas, aunque no se tienen suficientes evidencias para constatar que ésta fue alguna vez una práctica común. Debido a ello, es entendible que se crea que los arboles del bosque de Aokigahara guardan una energía negativa y que esto tiene que ver tanto con el gran número de suicidios que ocurren en este lugar, como con lo fácil que es perderse dentro del bosque.  Como si los Yurei no fueran suficientes, el bosque es muy espeso y es extremadamente fácil perderse dentro de él, tanto así que se dice que bajo él existen yacimientos de hierro magnético, lo que hace que las brújulas dejen de funcionar y que los viajeros se pierdan.
Aunque hay que reconocer que la posibilidad de que el bosque este embrujado o posea cierto tipo de energía particular es muy llamativa, pueden haber explicaciones más sensatas sobre por qué éste es uno de los lugares preferidos por los suicidas para dejar este mundo. Aokigahara se hizo famoso a partir del año 1960 gracias a la publicación de la novela Nami no Tou del autor Seicho Matsumoto, en la que dos amantes deciden suicidarse justamente dentro del bosque. Posteriormente, en 1993, Wataru Tsurumi publicó un libro titulado "Completo manual del suicidio", el cual es precisamente lo que su nombre indica, un manual para suicidarse. En su interior, el autor describió los métodos más comunes, su efectividad y lo dolorosos que pueden llegar a ser y recomendó algunos lugares propicios para quitarse la vida. Dentro de ellos, destacó al Bosque de Aokigahara como el mejor lugar para morir. Teniendo en cuenta el contenido de estas dos obras literarias, no se hace tan extraño que quienes están pensando en quitarse la vida decidan hacerlo en este lugar. Según pronunciamientos del gobierno local, desde la década de los 50 se han encontrado al menos 500 cadáveres dentro del bosque y se considera que desde 1998 la cantidad de suicidios en la zona ha aumentado, puesto que en los últimos años se han llegado a encontrar entre 70 y 100 cuerpos por año. 
Sin duda el bosque de Aokigahara es un lugar muy interesante. Todos los mitos a su alrededor lo dotan de un aura misteriosa y triste. Pensar que está ubicado a tan solo 100 kilómetros de la gran metrópolis de Tokio lo hace un lugar aún más inquietante y da pie para visitarlo.  A continuación, una pequeña guía si lo que quieres es ver con tus propios ojos este sitio.


Adicionalmente, les dejo un fragmento de un documental sobre el bosque, donde podrán escuchar el testimonio de Azusa Hayano, un geólogo que ha recorrido la zona por 30 años y conoce bien la problemática del suicidio, pues a lo largo de su vida ha encontrado por lo menos 100 cuerpos dentro del bosque. 



[1] Ver: http://noticias.lainformacion.com/mundo/por-que-los-estudiantes-japoneses-se-suicidan-el-dia-uno-de-septiembre_lFFchV8KmhqTLpvwXOhxf/    







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La religión y el comercio como motores de la expansión ibérica en Asia Pacífico

22:19 Laura Milena 0 Comments






América, conocida en la época colonial como la nueva España, no solo mantuvo importantes intercambios culturales y comerciales con la potencia a la que pertenecía, sino que también estuvo en contacto con la lejana región de Asia Pacífico, gracias al interés comercial de España en las Islas Ponientes, hoy conocidas como las Filipinas y a las misiones religiosas de las órdenes mendicantes en esta zona. Dado que ambas fueron colonias del imperio español, el nuevo mundo y las islas del poniente compartieron destacables elementos comunes en su historia, como lo son: en primer lugar el proceso de cristianización al que fueron sometidas, el cual, cabe resaltar que se llevó a cabo de forma similar en los aspectos fundamentales; y en segundo lugar, el intercambio comercial que llegaron a compartir gracias a la ruta del Galeón de Manila. Éste, navegó entre 1565 y 1821 para transportar mercancías entre Manila y Acapulco y se consolidó como la prolongación en el Pacífico de la Flota de la Nueva España, desempeñando un papel importante durante la conquista y colonización de Filipinas y el posterior descubrimiento de la ruta marítima que conectaba dicho archipiélago con América (efectuado por Urdaneta siguiendo la corriente del Kuro Shivo) [1].
Entonces, teniendo en cuenta el marcado interés que desarrollaron tanto misioneros católicos como la propia corona española en promover la expansión en Asia Pacífico, es preciso responder al interrogante sobre por qué y cómo los intereses comerciales y de cristianización van de la mano en la expansión ibérica a las “Yslas del poniente” entre los siglos XVI y XVIII. Ante tal interrogante la hipótesis que se desarrollará en este ensayo es que el interés de las principales potencias católicas, Portugal y España, por adentrarse en Asia, obedeció a la búsqueda por cumplir dos anhelos, uno comercial y el otro religioso , que aunque disimiles en sus objetivos particulares, confluían hacia un mismo fin último: expandir los dominios ibéricos a través de la llegada a nuevas tierras extranjeras, admiradas por sus inmensas riquezas que, en el caso religioso estaban basadas en la potencial conversión de sus gentes y en el caso comercial se encontraban fundamentadas en sus valiosas mercancías. En otras palabras, el gran entusiasmo que despertaba en los misioneros la posibilidad de convertir al cristianismo a los grandes pueblos asiáticos, se desarrolló paralelo a los intereses comerciales de la corona española por establecer una ruta directa entre sus colonias occidentales (en américa) y las mercancías más valiosas provenientes del continente asiático. Cada una de estas ambiciones incentivó varios intentos de establecer un contacto fluido con Asia pacífico, con miras a seguir, en estos nuevos territorios, con el esquema de colonización del continente americano, en el que la expansión del catolicismo iba de la mano con los intereses económicos de la corona española. 
Entre los siglos XVI y XVIII, alcanzar un comercio sostenido con Asia Pacífico se consolidó como una de las principales ambiciones de las potencias europeas más destacadas de la época, debido al interés que éstas tenían por adquirir especias, ampliamente codiciadas por los europeos con razón a su importancia para condimentar las comidas y conservar las carnes. Incluso, como es bien conocido, la conquista del territorio Americano se debió a esta incansable carrera por encontrar una ruta más rápida hacia las Indias Orientales, donde se esperaba conseguir especias como la canela y el clavo, a un menor precio. Tan grande era la importancia estratégica de estos territorios que tanto las potencias católicas: Portugal y España, como las protestantes: el imperio británico y el neerlandés intentaron establecerse en el continente.
En este contexto las Islas del Poniente se convirtieron en un objetivo estratégico para el imperio español, que buscaba la forma de conectarse vía marítima con éstas a través de las colonias en América. “El proyecto más antiguo tomó cuerpo durante el reinado de Carlos I, en su intento por controlar el mercado europeo de las especias, en clara competición con Portugal. Las islas del Poniente, en ese sentido, constituyeron el objetivo de varias de las expediciones para crear un imperio español de la pimienta[2]”. 
El Galeón de Manila fue pues crucial en el intercambio comercial entre el Nuevo Mundo y Asia, en el que la plata fue el principal bien que sus tripulantes intercambiaban en Manila por especias y exóticos objetos asiáticos. En particular, la plata era de gran valor en Asia, por lo que los mercaderes locales no tenían ningún problema en intercambiar sus artículos por el metal precioso.
“Los terminales de Manila y Acapulco constituyeron en su tiempo los emporios comerciales de los artículos exóticos y sus ferias fueron más pintorescas que ninguna. En Manila se cargaban bellísimos marfiles y piedras preciosas hindúes, sedas y porcelanas chinas, sándalo de Timor, clavo de las Molucas, canela de Ceilán, alcanfor de Borneo, jengibre de Malabar, damascos, lacas, tibores, tapices, perfumes, etcétera”[3].
No obstante los intereses comerciales explicados anteriormente, la búsqueda de riquezas económicas no era el único interés para adentrarse en esa parte del mundo. Existía otra motivación, basada en el interés de las órdenes mendicantes por evangelizar a los habitantes del territorio asiático. Este anhelo bien podría relacionarse con aspiraciones de poder,  en las que se buscara ampliar los territorios que le rindieran pleitesía al Papa. Sin embargo, más parece que dicho interés obedecía más a un creciente entusiasmo dentro de algunas órdenes religiosas por propiciar la conversión de estos pueblos, por creencias místicas e interpretaciones de los textos sagrados. Es por ello que vale resaltar el caso de los Franciscanos, pues desde el Siglo XIII, miembros destacados de esta orden como Roger Bacon, Raimundo Lulio y Fray Martín de Valencia, iniciaron reflexiones sobre las misiones y la evangelización como un proceso en el que existe un importante componente de acercamiento a otras culturas. En particular Fray Martín de Valencia consideraba que los pueblos de China eran más “hermosos” que los habitantes de Nueva España, en tanto que eran más aptos para ser evangelizados. Algunos intentos de expediciones a Asia surgieron de estas ideas, pero ninguno tomó forma hasta finales del siglo XVI, momento en el que “el proyecto de los Franciscanos novohispanos sobre la misión entre los pueblos orientales empezó a hacerse realidad gracias a la fundación en Filipinas de la provincia de San Gregorio que en cierto modo se convirtió en pie de playa para entrar a Japón y a China”[4]. De hecho, fue solo después “del segundo viaje a Filipinas, la expedición del almirante Legazpi, 1565, estas travesías incorporaron a religiosos, concretamente agustinos, siendo éstos los primeros en establecerse en Filipinas”[5].
Tal y como ha quedado evidenciado, las relaciones entre las potencias Ibéricas y la región de Asia Pacífico se desarrollaron mediadas por intereses expansionistas relacionados no sólo con ampliar el comercio de especias y demás bienes asiáticos en el mercado europeo, sino como consecuencia de la búsqueda de la conversión de los pueblos asiáticos al cristianismo. Así como la sola intervención ibérica en estos territorios parecía tener una doble intencionalidad, los imperios asiáticos también tenían sus propios intereses al respecto. Bien vale la pena mencionar el caso de Japón, en el que los incansables intentos de las órdenes mendicantes por convertir a esta nación no fueron de lo más fructífero, entre otras razones por el recelo que los gobernantes japoneses guardaban sobre las intenciones de los imperios español y portugués. Pese a que la relación entre Japón y estas dos potencias no fue tan fluida como los segundos esperaban, cabe destacar que las autoridades niponas buscaban que sus acercamientos con los españoles les permitieran acceder a sus bien conocidas habilidades para construir embarcaciones. 
“La crónica de Torquemada nos deja entrever el doble discurso de los frailes y de los gobernantes japoneses. Mientras estos, más que favorecer el cristianismo, lo que buscaban era el comercio y los conocimientos para la construcción de navíos de largo alcance como las de los españoles, los franciscanos se ilusionaban con las grandes multitudes de conversos que lograrían. Ambos estaban equivocados: ni los japoneses tenían el interés  en convertirse al cristianismo, ni las autoridades españolas estaban dispuestas a enseñar sus técnicas navieras a los japoneses”.[6]
En el caso de Filipinas, el proceso de evangelización fue mucho más exitoso que el de Japón. Debido a ello, los misioneros desempeñaron un rol importante durante la colonización de estos territorios, de forma tal que se convirtieron en actores claves en la difusión de la cultura ibérica y ante todo de las tradiciones cristianas entre la población de las islas. En este sentido, el dominio español sobre las Islas del Poniente se basó en dos pilares de la vida social: la religión y el comercio. “El misionero acabó siendo dueño y señor de la presencia española en Filipinas, junto con algunos comerciantes de Manila que obtenían fabulosas ganancias por el traslado de mercancías chinas a los mercados americanos, a través del llamado Galeón de Manila o Nao de Acapulco”.[7]
En conclusión, tanto la ambición de establecer una ruta comercial nutrida con exóticos productos asiáticos, famosos por dejar como resultado grandes ganancias a los comerciantes, como las aspiraciones de expansión religiosa de las órdenes mendicantes en Asia sirvieron de incentivo para alimentar las ansias de las potencias ibéricas por aventurarse a Asia. En este sentido el comercio y la religión se convirtieron en elementos básicos para expandir el dominio del imperio español en Filipinas, para lo cual se implementó un sistema colonial que guarda importantes similitudes con el establecido en el nuevo mundo.




[1] Miguel Moliné Escalona, “El Galeón de Manila”, Almendrón, consultado el 17 de marzo del 2016, http://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-moderna/la-flota-de-indias/el-galeon-de-manila/
[2] Luis Alfonso Álvarez, “Formación y desarrollo del proyecto colonial español en las islas filipinas, 1565-1762,” en De Tartessos a Manila: Siete estudios coloniales y poscoloniales, eds. Gloria Cano y Ana Delgado (España: Universitat de Valencia, 2008), 153.
[3] Moliné, “El Galeón de Manila”.
[4] Francisco Morales, “De la utopía a la locura. El Asia en la mente de los Franciscanos de Nueva España: del siglo XVI al XIX,” en Órdenes religiosas entre América y Asia: Ideas para una historia misionera de los espacios coloniales, coord. Elisabetta Corsi (México: El Colegio de México Centro de Estudios de Asia y África, 2008), 70.
[5] Gabriel Terol Rojo, “La cristianización española de Asia”, La Torre del Virrey no. 9, (Agosto del 2011): 3.  
[6] Morales, “De la utopía a la locura, 74.
[7] Florentino Rodao, “Portugal y España en Asia”, Nueva Revistan no. 82 (julio-agosto 2002), consultado el 17 de marzo del 2016: 22. http://www.florentinorodao.com/articulos/art02d.pdf


BIBLIOGRAFÍA

Cano, Gloria y Delgado, Ana, De Tartessos a Manila: Siete estudios coloniales y poscoloniales, (España: Universitat de Valencia, 2008).
Corsi, Elisabetha, Órdenes religiosas entre América y Asia: Ideas para una historia misionera de los espacios coloniales. (México: El Colegio de México Centro de Estudios de Asia y África, 2008), 70.
Moliné, Miguel, “El Galeón de Manila”, Almendrón, consultado el 17 de marzo del 2016, http://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-moderna/la-flota-de-indias/el-galeon-de-manila/
Rodao, Florentino “Portugal y España en Asia”, Nueva Revista no. 82 (julio-agosto 2002), consultado el 17 de marzo del 2016.
Terol, Gabriel, “La cristianización española de Asia”, La Torre del Virrey no. 9, (Agosto del 2011).

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